En el Universo ocurren los fenómenos más maravillosos e increíbles que podamos llegar a imaginar. Cuando miramos el cielo en una noche de invierno entre montañas nevadas y nos maravillamos ante la inmensidad, vemos esas lucecitas brillantes que parpadean ante nosotros a miles de millones de kilómetros de distancia, las estrellas. Y si prestamos más atención a lo que no se ve a simple vista, nos daremos cuenta de que hay un espacio vacío entre ellas, un profundo silencio eterno que lo contiene todo hasta donde tú estás y que es aún más grande e inmenso que todos los cuerpos celestes. Es el Éter, el espacio dónde la materia existe y que hace posible que la vida suceda. Está ahí y lo ha estado siempre desde que el Universo se creó.
Es el aire que respiras, el que te separa de los objetos que tocas, el espacio que hay entre tu y yo… está en todas partes y forma parte de Todo. Los antiguos alquimistas también lo llamaban el “quinto elemento” de la naturaleza o la “quintaesencia”.
Porque desde niños todos nos hemos sentido conectados con ese “alma mundi”. El lugar de dónde emanan los sueños y la fantasía. Es esa parte del Cosmos no visible a nuestros ojos dónde reside toda su verdadera esencia y belleza .
Dicen los sabios y los poetas que cuando llegamos a este mundo aún está vivo en nosotros el recuerdo de este lugar mágico y por eso los niños son pura creatividad y alegría de vivir.